Quien me conoce, es sabedor de mi afición a los retratos. Perderme en cada mirada, en cada historia. Alimentar esa necesidad de empatizar, de vivir otras vidas, de sumergirme y buscar el mayor de los abismos en el interior de las personas.
Hoy os traigo la mirada de dos hermanas campesinas que me vieron crecer, sacaron a delante familias numerosas en tiempos difíciles. Sus arrugas hablan de guerras, hambre y trabajo.
Una Asturias que aún sigue viva en nosotros y en nuestros pueblos.
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